Cohetes anunciaron la llegada a Aguililla del cuerpo de Cesar Valencía; algunas personas vestidas de blanco con globos esperaban en la entrada.
El ruido del aviso se escuchó hasta la orilla del pueblo, donde un operativo de Fiscalia General del Estado, Policia Michoacán y el Ejercito Mexicano encontraban el cuerpo asesinado de René Cervantes, asesor de Valencia y desaparecido desde un día antes. Estaba en una brecha bajo una camioneta blanca.
La iglesia se encuentra en la parte más alta de la cabecera, desde ahí, los cantos gregorianos que se programaron llegaban a muchos rincones, incluso a la escena del crimen; «que raro se escucha» comenta un agente de la fiscalía, ya que el silencio, el hallazgo y la música creaban una escena no muy agradable.
El cortejo funebre de Valencía llegó a la iglesia para una ceremonia de cuerpo presente encabezada por el padre Gilberto, famoso párroco de Aguililla; su semblante ahora es triste, pensativo y silencioso; «algo» le duele.
Después de la misa, el ataúd salió del templo y tomó camino rumbo a la casa familiar del presidente municipal asesinado; El ejercito tiene la calle cerrada y con camionetas atravesadas, no quieren que nadie pase. Detrás de la carroza un grupo de personas acompaña a los familiares; el silencio y la tensión es algo que «se podía ver».
A las 14:00 horas, el cuerpo era velado dentro de la casa, en la sala. La gente acompañaba desde afuera; al mismo tiempo terminaban los peritajes en la zona del hallazgo de René, esto fue obvio ya que el operativo pasó justo a un lado de la casa donde realizaban el velorio.
El ruido de los vehículos militares y las camionetas de FGE era lo único que sonaba mientras todos se veían entre sí; ciudadanos, militares, agentes, policías, periodistas. Como si todos buscaran alguna respuesta en la mirada del otro.