Rosario Herrera Guido*
Los diversos diccionarios de la lengua castellana traducen corrupción por perversión, vicio, abuso, arbitrariedad, descomposición y putrefacción. Los diccionarios etimológicos le asignan a la corrupción el sentido latino de las partículas cum (con) y rumpere (romper), cuyos significados desde el siglo XII son romper, descomponer y echarse a perder. En tanto que perversión, también del latín perversus, inversión y maldad.
Pero en este artículo voy a tomar el sentido que le asigna el pensador y psicoanalista vienés Sigmund Freud a una posición psíquica, a una estructura del lenguaje de la subjetividad, que en su lengua alemana es la Verleugnung (desmentida), contradicción, y que se expresa como “sí, pero no”. Lo que desmiente el discurso perverso es la ley: “Sí, yo sé que estás ahí ley, y lo entiendo, pero me hago como que no entiendo y te desmiento”. Sin olvidar que el pensador y psicoanalista francés Jacques Lacan, tanto al discurso perverso como a la subjetividad perversa, aprovechando el sentido de su lengua francesa, concibió a la perversión (pere-version), como la versión del padre, la interpretación que el perverso o quien emite un discurso perverso tiene de su padre y del orden legal de la ciudad.
Un discurso perverso que se puede escuchar en la reciente apropiación del PRI del mensaje del galardonado cineasta mexicano Alejandro González Iñárritu, que al recibir los Oscar pide trato digno y respetuoso a los migrantes y ruega porque encontremos el gobierno que nos merecemos como mexicanos. Una apropiación del PRI que afirma que la patria está llena de agujeros, pero que no está todo perdido, puesto que “Estamos construyendo un mejor gobierno”.
Ahí está la ley que prohíbe las palabras impolíticas, más cuando quienes las expresan lo hacen en nombre de la defensa de quien representa o debería representar la ley: el Presidente de México. Pero el discurso perverso que puede llegar hasta rayar en la psicopatía, no se da cuenta de la contradicción. Como en el reciente e intenso intercambio de mensajes con motivo de los Oscar, en el que la politóloga y analista política Denise Dresser, después de enviar un twiter en el que le otorgaba el Oscar a Enrique Peña Nieto como mejor actor de México, recibió en su cuenta de Twiter un mensaje de un tal The fuching Lord que le dice: “Puta de mierda, respeta a nuestro Presidente. Te vamos a matar maldita perra. Arriba el PRI, aunque te duela”. Un discurso perverso que termina por hacerle un flaco favor al PRI. Pero que puede pasar de una broma a una xenofobia muy peligrosa para tod@s.
Así también el discurso perverso, para componer el mensaje del Papa Francisco, enviado a un amigo suyo de Argentina, en el que le comparte su preocupación de que Argentina se mexicanice (como cuando hace décadas empezamos en México a hablar de la colombianización de nuestro territorio). El discurso perverso es de José Antonio Meade, en el que le llama la atención al Papa por excederse con un adjetivo sobre esta Patria llena de Agujeros, porque ¿no es cierto? O porque ¿no merecemos ese calificativo que ya es mundial? O incluso porque ¿hay que corregir a tiempo las relaciones de Estado con la Santa Sede?
Al cúmulo de mensajes que aparecen todos los días y a todas horas de voces autorizadas que señalan la crisis de legalidad, legitimidad, gobernabilidad y credibilidad en las instituciones, los partidos y el gobierno por los que pasa México, cuyo único remedio parece ser la refundación de la Nación, a través de un Nuevo Congreso Constituyente y una Nueva Constitución, se suma la rebatinga por las candidaturas en el PRD, el partido de la oposición auténtica, con su pasado de asesinados y desaparecidos políticos del Salinato, el auténtico contrapeso del PRIAN, el enemigo de la corrupción, el nepotismo, el patrimonialismo, el autoritarismo, el que todavía se dice a sí mismo de “izquierda” (que en las didácticas palabras de Adolfo Sánchez Vázquez significa la igualdad), el que termina recientemente repartiéndose en una mercadería las candidaturas entre parejas, amantes, cuñados y concuños, con un tufo monárquico y cortesano, y que para limpiar su más lastimosa y reciente historia, acuerda una “Ley Anticorrupción”.
*Doctora en Filosofía (UNED) y en Psicoanálisis (CIEP), investigadora, ensayista, analista política, periodista cultural y Miembro Permanente del Centro de Estudios Interdisciplinarios de la Universidad de Craiova, Rumania.