Ixtapilla, Michoacán.- En un pueblo olvidado el tiempo transcurre lento, es el mismo de hace tres años, cuando elementos del Ejército asesinaron a Hidilberto Reyes, un niño de 12 años que recibió una bala en el cráneo.
Fue el Ejército, es el veredicto final de los peritajes que levantó la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH) en su informe, a tres años del atentado, señala que existió un uso ilegítimo e indebido del uso de la fuerza pública.
El asesinato ocurrió al mediodía del 19 de julio del 2015, ese día las balas marcaron un parteaguas en la historia de Ixtapilla, una comunidad de la Costa michoacana, donde un soldado disparó desde una patrulla en marcha contra las casas, mientras se alejaba del grupo de indígenas que protestaban por la detención del entonces comandante de la Policía Comunitaria, Cemeí Verdía, y que mantenían retenes en la comunidad de Xayakalan, los puentes de Ixtapilla y El Duin.
En este acto participaron los Batallones 30/o, 65/o y 82/o del Ejército Mexicano. Los dictámenes periciales del expediente CNDH/20/2015/5527/Q relatan que a su paso por el caserío un soldado del Ejército mexicano disparó contra las viviendas sin importarles lo que sucediera, el hotel turístico en el que estaba Hidilberto estaba a casi un kilómetro de distancia donde estaba la manifestación, 11 indígenas resultaron heridos de arma de fuego, una lesión fue mortal, la del pequeño de 12 años.
Fue el Ejército, disparó contra civiles que no estaban en la manifestación, estaban en sus humildes casas, Hidilberto estaba en el hotel, propiedad de uno de sus tíos, y buscando granjearse la comida de ese día, en lugar de un plato de sopa recibió una bala que le arrebató la vida.
En el tercer aniversario de su asesinato se reveló que el soldado que disparó lo hizo desde la torreta de una patrulla militar, así lo relata la CNDH, que en su conclusión se basa en el trabajo de visitadores adjuntos, expertos médicos, 62 videos, dos mil 54 fotografías, 280 testimonios de policías, militares, testigos y familiares de las víctimas; 109 inspecciones oculares y ministeriales de las lesiones, 59 peritajes y 35 opiniones psicológicas y certificados médicos.
Este informe echa abajo otras teorías, como las que en su momento manejó la SEDENA diciendo que a las patrullas les disparaban desde la falda del cerro y que una de esas balas había causado la muerte del infante, y otras herido al resto de las personas, o que los disparos de los castrenses eran al aire.
Este asesinato ató la historia de una comunidad, el tiempo se detuvo esperando a que llegue la justicia para hacer menos dolorosa la indignación de un pueblo olvidado, “no basta con señalar que fue el Ejército Mexicano, nuestro pueblo exige justicia por haberme arrebatado a mi hijo”, expresó Emilia García, madre del niño acribillado.
El pueblo entero recuerda esa afrenta, se manifiesta como lo hace una comunidad náhuatl, en paz pero con persistencia, exige justicia y reparación del daño, se reúnen cada año en la casa de la familia más lastimada, aunque hay muchos heridos.
Con música de vihuela, cuerdas y un tambor acompasado transcurre el día del aniversario; escuchando y viendo el kuautli, o danza del águila, la comunidad expresa lo mejor de su cultura para manifestar su agudo dolor.
Hay tres tinas con caldo de res, tamales y pozole, parecería un día de fiesta pero la indignación es demasiado evidente, el lugar lo domina la presencia de un altar con la foto de un niño ausente, las ofrendas de flores silvestres, frutas y dulces hacen más tristes las escenas de un lugar que es considerado una de esas hermosas playas de Michoacán.
La mayor parte de los pobladores de esta comunidad apenas cursó la educación primaria, en las clases donde se habla de Historia de México han escuchado que el Ejército no dispara contra su propio pueblo, menos contra un niño, pero Hidilberto Reyes fue asesinado con una bala que debería usarse para defender la patria, por eso ellos no comprenden por qué este asesinato siguen esperando la justicia después de tres años.
La bala fue tan letal, que al chocar contra el cristal de la ventana del hotel donde se encontraba el infante formó un orificio de apenas tres centímetros de diámetro, sin hacer trizas el cristal el plomo se fragmentó en el aire, una esquirla atravesó la cabeza del infante y se incrustó finalmente entre el concreto de una pared.
El hotel donde sucedieron los hechos sigue intacto, los cristales con las marcas de las huellas no se quitan, la fachada no ha sido pintada, nada cambiará porque no van a ocultar los rastros hasta que se haga justicia, cuando el Ejército Mexicano dé la cara a la comunidad indígena que espera dolorosa y pacientemente.
Una disculpa pública a la comunidad, exigen los padres de Hidilberto
Que den la cara, que se hagan responsables y que busquen el perdón, “la muerte de mi hijo debe ser honrada con la paz para nuestra comunidad, queremos una disculpa, pero también que dejen de amenazarnos, que dejen de estar diciendo que van a venir a levantar a gente, a los comandantes o a los elementos de nuestra policía comunitaria, queremos vivir en paz”, exige doña Emilia García.
Acompañada de su esposo, Miguel Reyes, confían en que ahora que se reveló que fueron elementos de la Secretaría de la Defensa Nacional (SEDENA), los que violaron los derechos humanos y transgredieron contra la vida de su hijo, se hagan responsables de todos los daños causados a la comunidad, particularmente a las familias de las 12 personas heridas.
La gente de esta comunidad costera ve pasar por la carretera todos los días patrullas de la Marina o del Ejército Mexicano, pero los ven con recelo, con desprecio y con miedo; ya no hay ninguna relación, los castrenses no se detienen a nada y la comunidad no lo permitiría, pero los nahuas quieren la paz, con todo lo que ello implica.
“Nosotros lo perdimos todo, mi esposo dejó el trabajo para andar juntos exigiendo justicia, aunque la gente nos ayuda no ha sido suficiente, además de la muerte de mi hijo también nos llenamos de deudas, por eso exigimos que el Ejército se haga responsable, que nos indemnicen y que se pida una disculpa pública a toda la comunidad, ya basta de tanto odio, que piensen con la cabeza y no con las armas”, llamó doña Emilia.