Hirepan Maya Martinez
Una de las cosas que más admiro del presidente, es que siempre pone atención hasta en el más mínimo e íntimo de los detalles que puedan surgir dentro de los procesos políticos, de gobierno o de la propia transformación del país.
Admiro su capacidad de justicia, su ímpetu profundo por la justicia social, pero, sobre todo, admiro su esfuerzo permanente por alcanzar una justa transformación de la condición humana en nuestro país.
Hablar de fraternidad universal, en el sentido profundo en que habla nuestro presidente, es hablar de resolver las causas más profundas del dolor y el sufrimiento del pueblo de México. Hoy hace tres años nos dijo, sobre la fraternidad universal, que sería una de sus principales herramientas para la transformación social y humana de nuestro país.
Nunca, hasta este día, había podido ver con claridad aquel punto lejano al que nos conducía con su cariñosa mirada. Pero hoy puedo decir que al fin lo entiendo.
La transformación no está en una distribución más equitativa de las riquezas y los bienes de nuestra patria, tampoco está en el acto de justicia social que hace al garantizar el cumplimiento pleno de los derechos humanos y sociales de todos nosotros. Su transformación es mucho más profunda, su transformación tiene que ver con la manera de mirarnos a los ojos y encontrarnos en nuestro interior de manera más armónica y amorosa.
Efectivamente, es el amor a lo que nos convoca nuestro presidente, el amor a la patria que habita en cada uno de nosotros. “Mi patria es mi familia”, nos dice el presidente todos los días por la mañana, y todos los días por la tarde y todos los días por la noche, antes de dormir, nos vuelve a reafirmar que su patria es su familia, es el amor por sus hijos y es el amor por su Beatriz.
Hoy, camino al Zócalo de nuestra ciudad capital, me encontré de frente con mi patria. Mi patria es mi familia, mi patria son mis hijas, mi hijo y mi esposa. ¡Qué grande es mi patria! ¡Qué hermosa es mi patria!
Mi patria grande es la compañera que todas las mañanas se despoja de sí para ser solidaria y fraterna conmigo; mi patria grande es la compañera que se desprende de sí para ser amorosa con nuestras hijas; mi patria grande está en cada latido profundo de mis sentimientos. Hasta hoy no lo había entendido así.
Caminé rumbo al Zócalo, pero sin rumbo, y de pronto, ahí, en el rostro de la patria de cada uno de ellos, vi su rostro, el de mi patria grande, el de mi amada; el rostro del despojo por los otros, el rostro de la solidaridad, la paciencia y el amor profundo. Ese es el rostro de la patria, el rostro del amor por los amados, el rostro del amor por uno mismo.
Ese es el motivo profundo de nuestra lucha por la transformación de la patria, ese es el motivo de la cuarta transformación nacional, esos son los motivos de la fraternidad universal. Esos son los latidos de tu dulce rostro dibujado en las sonrisas de todos los que están aquí.
Esos son los motivos de mi lucha por la transformación de la vida pública de México. Ustedes son el motivo, son mi patria, ¡son mi patria grade!