En la política jamás hay cadáveres políticos, reza esta manida frase de cuño Reyesherolesiana, y en el caso de Fausto Vallejo queda más que claro. Lejos de sus malestares físicos, al ex gobernador también se le están desvaneciendo los malestares políticos.
Cuando todos creían que Don Fausto se había retirado para optar por una pacífica vida, recuperándose de sus dolencias y olvidando su avatares políticos, ha vuelto a la palestra electoral, pero ahora no como contendiente, sino como propietario de un capital político labrado por años de esfuerzo en la capital moreliana y el cual no piensa soltárselo así por así a los nuevos dueños (temporales) del PRI estatal.
El tres veces ex alcalde conoce el Jardín de la Nueva España como la palma de su mano, sabe de sus divergencias, ha vivido sus vicisitudes, conoce hasta sus estados de ánimo, y todavía mantiene la vara alta en muchas partes, a pesar de todo, a pesar de su enfermedad, a pesar su frustración gubernamental, a pesar de su hijo Rodrigo, a pesar de Alfredo Castillo, a pesar… del PRI.
No es que Fausto Vallejo esté de vuelta, es que las circunstancias y las coyunturas políticas lo han volteado a ver a él y lo que significa.
Morelia es la joya de la corona para el proceso electoral en marcha, y si la capital del estado ha ostentado algunos padrinazgos políticos en sus haberes, uno de esos apellidos políticos es Vallejo, y eso todos los saben, lo sabe Alfonso Martínez, lo sabe Silvano, y sobre todo lo sabe… lo sabe el PRI.
Con la designación casi alquímica de Ascensión Orihuela como el precandidato del PRI a la gubernatura, los usos y costumbres de ese partido también alquímico dictan que el porta estandarte priísta marca los tiempos y los compases en su partido, lo que traducido al lenguaje de la alquimia electoral, es el que decide lo que es, lo que fue y lo que será.
Por ello, no sorprende que sea Jaime Darío Oseguera el único candidato que fue aceptado por el PRI para la alcaldía moreliana y tampoco sorprende la desbandada de los otros aspirantes de ese partido hacia otras fuerzas, y que salen -calculando tal vez- de un edificio que se colapsa.
Uno de esos desprendimientos es Carlos Río, la carta fuerte del vallejismo a la alcaldía moreliana y uno sus más fieles amigos y colaboradores cercanos. Su papel –sea el que sea- será determinante en la elección de Morelia, que ya se transformó en el teatro de las operaciones más importante de ésta elección.
En Morelia fausto Vallejo construyó por años una escuela política en la capital michoacana, de donde emanaron algunos cuadros jóvenes que estaban en vías de solidificarse: Daniela de los Santos, Marco Polo Aguirre, Noé Omar Bernardino, Eligio Cuitláhuac, Ernesto Núñez y Olivio López Mújica, entre otros. Todos ellos eran faustistas recalcitrantes, primeras espadas que el entonces gobernador tenía para defenderlo y representarlo en las áreas políticas estatales… hasta que llegó Alfredo Castillo.
Las circunstancias (y los pactos inconfesables de varios integrantes de la primera línea del PRI) decidieron que el gobierno de Fausto Vallejo concluyera un año antes de lo que marcaba su periodo constitucional, y antes de la decisión de retirarse de la gubernatura el 18 de junio del 2014, ya muchos roedores políticos había abandonado la nave del proyecto faustista.
Coqueteados, engatusados, seducidos o embelesados por las ínfulas del poder del enviado presidencial, les flaquearon las piernas y las convicciones, y se les derrumbó la lealtad a los cuadros que Don Fausto había estado cultivando por años, y en pocas semanas decidieron darle la espalda a su hechor político para embarcarse en un barco político que al final se hundió víctima de las veleidades y desvaríos de su capitán mexiquense.
La caída de Castillo (“la basura que al fin salió de Michoacán” como lo dijera Fuasto junior) representó el fin de una intentona de injerencia de un priísmo ajeno al michoacano, y en ese colapso también se precipitaron las aspiraciones, las pretensiones o los arrebatos de poder de sus nuevos acólitos, entre ellos Adrián Huerta Leal y muchos de las ex juventudes faustistas.
El espectáculo del pragmatismo que protagonizaban sus antiguos cuadros, lo veía el ex gobernador desde la convalecencia, evitando cóleras para no desgastar el hígado, pero afilando un viejo colmillo que se ha venido retorciendo con los años.
Con Castillo fuera de la toma de decisiones (al menos en apariencia) en Michoacán y con Orihuela tratando de mantener la nave priísta que hace agua, Vallejo decidió hacer una aparición pública, que fue antecedida de muchas otras apariciones privadas, en donde DonFausto ha desempolvado todas sus estratagemas para urdir ahora su respuesta a todas las afrentas que sufrió en su malogrado gobierno, y en la mira tiene a varios de sus adversarios, pero sobre todo a varios de los que antes eran sus colaboradores, sus amigos, sus cuadros, sus hechuras.
Don Fausto teje, deshila, plancha, pero sobre todo acuna una revancha que ha cocinado en los últimos meses.
Mario Puzzo y su correlato cinematográfico de Francis Ford Coppola El Padrino idearon las escenas más precisas para caracterizar todo el entramado de cómo se planea una revancha, que en el caso de Don Fausto es política:
En la escena de la reunión de familias en El Padrino, Mario Puzo traza un retrato magistral de los empresarios reunidos a la mesa de negociaciones: Don Vito (¿Don F?) aquejaba su particular desdicha personal, pero ante sus antiguos enemigos hace una espléndida síntesis de lo que podríamos denominar, por qué no, su filosofía:
“Algunos fumaban, otros bebían, pero todos eran hombres que sabían escuchar y que – esto era otro de sus denominadores comunes – se habían negado a aceptar las leyes de la sociedad; eran hombres que no se dejaban dominar por otros hombres. Nada ni nadie era capaz de doblegarles, a menos que se dejaran. Eran hombres que, para mantener su independencia, llegaban al asesinato si ello se hacía necesario. Sólo la muerte podía doblegar su voluntad. O la razón”.
Don Vito (¿Don F?) sabe que la palabra muchas veces es más eficaz que la pistola. Como buen emperador renacentista, su poder se basa en las armas y las letras. Así, en el discurso que dirige a los demás capos durante la reunión: “¿Qué clase de hombres seríamos, si careciéramos de la facultad de razonar?
“Pero la razón preside todos nuestros actos. Podemos razonar el uno con el otro, podemos razonar con nosotros mismos. ¿De qué me serviría reanudar las hostilidades, reanudar la violencia? Saldré de aquí lleno de buena voluntad. Permítanme decirles que debemos velar siempre por nuestros intereses. Todos nosotros somos hombres que nada tenemos de tontos, que nos hemos negado a ser muñecos en manos de los poderosos”.
Y en una frase Don Vito (¿Don F?) resume lo que en política se debe de hacer: «No es nada personal, sólo son negocios», frase que tendrá muchos ecos en las paredes del PRI.