El gran reto del gobierno de Andrés Manuel López Obrador será diferenciar las necesidades de la gente, que se esconden entre las expectativas y responder de manera general a ellas con políticas públicas y programas, además de detectar los casos particulares. Esa frase que se repite referida a que el gran reto de Obrador será cubrir las expectativas, esconde otra realidad, atender las necesidades que dieron origen a las expectativas de alternancia.
Diversidad en las Expectativas
No todos los que votaron por AMLO esperan algo específico y concreto de su gobierno, podría asegurar que un buen porcentaje de sus votantes, más que de Andrés, esperaban el efecto propio de su mismo voto, y así, evitar el fraude y con ello sacar al PRI y al PAN del gobierno federal, es decir, querían un cambio de gobierno, tal vez los más ilustrados, si esperan un cambio de modelo de desarrollo, o por lo menos una importante sacudida a los entramados del poder que se entretejieron desde Carlos Salinas de Gortari hasta la fecha.
Otros, los más, esperan que termine la corrupción y que tome medidas serias y profundas para evitarla, por lo que es indispensable detectar quiénes, dónde, cómo y por cuánto y cada cuándo se presenta la corrupción en cada uno de los sucesos de gobierno, de todos los poderes: ejecutivo, legislativo y judicial, así como en todos los órdenes de gobierno desde el federal, estatal, hasta el municipal. Por lo que los mecanismos tendrán que ser muy inteligentes para lograr penetrar los territorios que dominan las presidencias municipales, y donde el gobierno federal requerirá imponer políticas que eviten el desvío -un buen diagnóstico supondrá políticas y acciones asertivas-.
También se ha generado la expectativa de frenar el despojo de los derechos de las personas y de las riquezas del país, detener la violencia y la inseguridad como un imperativo ético, político y de sobrevivencia humana, expectativas que responden, en la mayoría de los casos, a las afectaciones concretas que estas realidades ejercen sobre nosotros, desde despidos por evaluaciones, cierres de empresas, refinerías, concesiones de minas, gas, petróleo, alza de las gasolinas, eliminación de activos y derechos, hasta secuestros, robos, matanzas, tratas, adicciones y una cadena de sinsabores cotidianos que nos aquejan al 90 por ciento de los habitantes del México de los mortales.
Los más pobres, aquellos que probablemente votaron inercialmente por el PRI, el PAN, y los demás partidos tradicionales, esperan seguir recibiendo los beneficios de los programas actuales, en una dinámica aprendida por décadas al ser parte de un padrón o asociación que te habilita para recibir dinero, servicios y materiales, condicionados a acudir a las juntas, hacer como que se aprende, capacitar/se, y aparentar que algo se impacta, al tiempo que el subsidio maquilla las estadísticas para lograr reportar ingresos que nos disminuyen pobres y nos aumentan clientela y ficción para los partidos políticos.
Maridar necesidades con políticas públicas y programas.
Determinar las necesidades de las personas puede ser una tarea que nos lleve meses, o quizá años, si lo hacemos a nivel de individuo, sin embargo, se puede iniciar por detectar las condiciones de vida que garanticen los elementales derechos humanos a las personas como son: comer, vestir, calzar, tener techo, trabajo, descanso, higiene, estudio, salud, y de ser posible algún patrimonio. Ojalá pudiésemos poner en igual orden de prioridades tener la necesidad de vivir felices, en armonía, con paz y concordia, con cultura cívica y sabiduría, aprendiendo y haciendo el buen vivir nuestro modo cotidiano de vida.
Resulta complejo detectar las necesidades para cada persona u hogar, es por eso que la planeación recurre a los planteamientos sectoriales y a las demandas de las minorías para atender demandas comunes de los individuos, esto es posible si los agrupamos como: indígenas, campesinos, ejidatarios, obreros, maestros, transportistas, artistas, creadores, investigadores, feministas, gays, lesbianas, migrantes, deportados, delincuentes, trabajadoras sexuales, domésticas, adultos mayores, jóvenes, mujeres jefas de familia, personas con necesidades especiales, niños de la primera infancia, etc., además ahora como entes con necesidades se incluyen: bosques, ríos, aguas, montañas, especies, cultivos, el entorno que nos rodea.
Lo importante no es la clasificación sino saber que la política pública se diseñará para atender a la población y su entorno como principio básico sobre el que se derivan, programas, proyectos y acciones, y abandonar así, de una buena vez, el criterio neoliberal de atender a la población con base en el costo beneficio y la rentabilidad del presupuesto, criterio que generó, por demás la corrupción en la ejecución, y la “programitis”, de ahí que en el país existan 6 mil 491 programas y acciones sociales.
Entonces la unidad de atención básica se torna el territorio, donde encontramos a todos los sectores de la población y a todos los grupos sociales en su entorno, con todas sus necesidades y circunstancias, luego entonces ¿cómo atenderlos? ¿Cómo responder a las necesidades de todos? La lógica neoliberal presupondría que no habría dinero que alcanzara, pero esa no es la lógica de un gobierno pensado para gobernar junto con la población, y aquí es donde se posibilita la articulación de la política pública diseñada para atender necesidades generales, con un ejercicio de gobierno desde abajo, -en el que las colonias, comunidades, localidades, según sea territorio urbano, indígena o rural-, con procesos de participación y organización ciudadana, deciden las prioridades y determinan el trabajo conjunto para auto-atenderse y auto-gobernarse, utilizando los medios que el gobierno federal les brindará para su propia atención.
Si bien las dependencias deben detectar necesidades y problemáticas prioritarias a ser atendidas en ciertas zonas: desnutrición, analfabetismo, abandono escolar, feminicidios, etc., que es lo que podríamos llamar la política pública de ida, o de lo general a lo particular; también es cierto que el gran reto, será crear mecanismos e instancias de participación, que permitan detectar la necesidad más sentida de la población en su territorio y atenderla por la dependencia específica en lo que podríamos decir la política pública de vuelta, de abajo hacia arriba, de lo particular a lo general y en la medida que este segundo mecanismo se afila, se van cumpliendo en el tiempo y con mayor participación posibilidades de atender la gama de necesidades y resolver de manera muy particular las problemáticas extraordinarias, además de reconvertir a las personas en sujetos de derechos y sujetos de decisión y no sólo en objetos de apoyo sin posibilidades de influir en la política pública y en las decisiones gubernamentales. Nomás así de fácil, pero de gran tamaño es el reto para generar buen gobierno y gobernanza en el próximo sexenio.